Se había desencadenado un incendio terrible en una casa. Los bomberos habían llegado hace rato y luchaban desesperadamente por apagar el fuego, pero las llamas crecían cada vez más. En una ventana del primer piso, lloraba un niño y abajo, varios bomberos le gritaban que salte, que abajo lo esperaban con una cama elástica, pero no había caso. El niño no quería saltar: solamente lloraba. La planta baja estaba totalmente cubierta de fuego, por lo que era imposible intentar entrar para sacar al niño, así que los bomberos y la gente que se había arremolinado, gritaban insistentemente pidiendo al niño que salte, que no había peligro, que era seguro, sin conseguir nada.
De pronto apareció a toda velocidad otro carro de bomberos, y bajó de él un hombre joven, luciendo su traje de bombero y su casco rojo. "¡Salta, Carlitos, que yo te recibiré!", gritó. Inmediatamente el niño se arrojó por la ventana y cayó en los brazos del bombero.
Los bomberos que estaban de antes, se sintieron heridos en su amor propio porque habían estado intentando largo rato que el niño saltase, sin resultado, y este bombero llegaba y con pedir una sola vez, lograba lo que ellos no habían podido. "¿Por qué cuando nosotros te pedíamos que saltes no lo hiciste, y cuando llegó este hombre saltaste al instante?", preguntaron algo molestos al niño, a lo que éste respondió mientras abrazaba al bombero que lo sostenía en brazos: "Porque éste es mi papá...

Comentarios