
La oración consiste en afinar nuestros sentidos para descubrir y experimentar el amor que nos trasmite Dios a través de su creación. Se trata de abrir los ojos y el corazón para “aprender a ver lo que no vemos”, “construir otra forma de sentir” y “encender la luz de vivir”. Darle un sentido a lo que vivimos y hacemos para vivir con mayor plenitud. Algunas características de la oración ignaciana: • Una actitud contemplativa que me permite estar atento a los deseos que produce en mi interior la realidad cotidiana. Hallar a Dios en todas las cosas. • Dejarme sorprender por los rostros, los paisajes, los abrazos, la injusticia, la pobreza, las flores y las espinas, etc. • Estar con los sentidos bien abiertos para descubrir el amor que Dios me manifiesta día con...