Te ofrezco, hoy, lo que soy y tengo: mi vida, mi cuerpo y todos mis sueños, mis penas y mis dudas, mi firme empeño, mi esperanza de ser envuelta en miedos; mi dolor porque a veces quiero y no puedo; y mi pudor porque otras puedo y me niego. Mi espíritu rebelde y cuanto intuyo; mi indómito carácter, mi necio orgullo; mi tormento al no conseguir lo que quiero, mi rabia de persona discriminada, en tu nombre, por el fuero eclesial que a tu Palabra tiene amordazada. Aquí estoy como sabes y puedo, con el silencio a mis demandas diarias, el cachondeo de los que mandan, la justicia que nunca llega a tiempo y el reseco en mi garganta que clama, como la protagonista de tu parábola. A veces me debato, sola conmigo, por callar lo que debo decir a gritos, por no callar a tiempo cosas que digo; y otras me encaro con todos y Contigo por lo fácil que olvidamos lo que somos: hermanos hechos por tu soplo y mano. Junto a la desazón, por mi impotencia, yo te ofrezco, Señor, mi ternura y mis besos, lo má...