Ven Señor, Jesús, entra en mi corazón, Tú, el Crucificado, que nos diste la vida, que amas, que eres fiel, veraz, paciente y humilde, que has tomado sobre ti una lenta y pesada vida en un rincón del mundo, negado por los tuyos, poco amado por tus amigos, traicionado por ellos, sujeto de la ley juguete de la política desde un principio niño refugiado, hijo de obrero, una creatura que encontró obstáculos y superficialidades como resultado de sus trabajos, un hombre que amó y no encontró la respuesta del amor, Tú demasiado exaltado, para que te comprendieran los que te rodeaban. Te dejaron desolado hasta el punto de que te sentiste abandonado por Dios, Tú que sacrificaste todo, que te encomendaste en las manos del Padre y gritaste: "Dios mío, Padre mío" ¿ Por qué me has abandonado? Te recibiré como eres, y te haré ley y regla de mi vida, como la carga y la fuerza de mi vida; cuando te recibo, acepto de vida de todos...