Las semillitas que ha ido plantando el Señor en nuestro corazón a lo largo de nuestra vida necesitan de nuestro riego constante y amoroso para que florezcan.  No hay persona sobre la tierra a la que Dios no le haya regalado semillas repletas de dones y talentos.  Abonar esas semillas, cuidarlas y  protegerlas de posibles perjuicios  y daños  es tarea de todos los días.
 El mismo  Dios nos entrega las herramientas adecuadas para labrar la tierra, y abonos sanos para cuidar de las semillas. Pero nos cuesta hacer buen uso de los mismos tanto por exceso como  por defecto…Razón por la cual siempre debemos volver a la oración para rogar al Señor nos ayude a que prosperen nuestras  semillas. En ocasiones, “Su” colaboración viene de la mano de buenos amigos, ángeles sin alas  que coloca en nuestro camino. También a través de lecturas o de aquella “coincidencia” que nos sorprende ( en el mundo de Dios nada es fruto del azar sino del Amor, por lo cual, nada sucede por casualidad).
Semillas pequeñas, semillas grandes. Todos  poseemos dichas simientes. Sólo esperan pacientemente para fructificar en cada uno de nosotros…Dios no apura nuestros procesos, pero desea que podamos  discernir  porqué ha sembrado esas semillas en nuestra tierra.  En palabras de Ignacio de Loyola: “dejarnos conducir por Él”…
@Ale Vallina.

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