Y en este testamento he de dejar aún mi única riqueza:
mi esperanza.
Tengo metros y metros para hacer con ella millones
de banderas,
ahora que tantos la buscan sin hallarla,
cuando está delante de los ojos,
porque Tú, Halcón,
bajaste de los cielos sólo para sembrarla.
No, Mundo, sábelo: no me resignaré jamás a tu
amargura,
no dejaré que el llanto tenga sal,
ni que al dolor le dejen la última palabra,
no aceptaré que la muerte sea muerte
o que un testamento sea un punto final.
Si me muero (que aún está por ver)
envolvedme en su bandera verde
y estad seguros de que mi corazón sigue latiendo,
aunque esté más parado que una piedra,
estad seguros
de que, aunque mi sangre esté ya fría,
yo seguiré amando.
Fragmento de J.L. Martín Descalzo

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