Hay un optimismo capaz de producir pesimismos: y es el de los optimistas que enajenan el presente, que desatienden la hora en que se vive a fuerza de anticiparse un futuro prodigioso de esa hora...
Cada hora de la vida tiene una riqueza, un significado y un sentido.
Cuando el tipo no aprovecha esa riqueza, no advierte ese significado, no entiende ese sentido, ha sufrido una pérdida que ya con nada podrá compensar...
Pero es que la felicidad no es nunca una cosa hecha: se va haciendo.
No se trata de que el tipo piense, edificado, en que llegará a ser feliz: se trata de que, lúcido, vaya siendo feliz. A cada momento el tipo está llegando a algo. Lo malo es que no se da cuenta. Nada de lo que pasa, pasa. Todo se hace nuestro.
La felicidad no puede estar al fin de ningún camino: debe ir estando en el camino. No es, nunca, una cosa hecha: es intención y referencia, es conciencia y fe. No busca el camino hacia una cosa: se hace, entre las cosas un camino. Todo momento es algo, todo paso es una decisión. Cada latido es un regalo.
Por no haber entendido eso tuvo que confesar, allá en sus años viejos, la Marquesa de Sevigné: - '¡Qué feliz era yo en aquellos tiempos en que era infeliz!.

Wimpi. 

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