¿Te han dicho alguna vez “no me entiendes” cuando estabas convencido de que sí lo estabas haciendo?. La verdad es que resulta muy gratificante cuando te sientes entendido por otra persona. Cuando esto ocurre se experimenta un cierto alivio,  algo muy parecido a la tranquilidad, a la paz… ¿Por qué? Porque en el fondo cada persona siente que no se le está permitido ser auténticos. Tal vez porque se tuvo la desagradable experiencia de que no se le permitió expresar lo que verdaderamente sentía, o porque sencillamente percibíó que disminuía el aprecio de los demás. Pero, sin embargo, anida en todo ser humano el deseo profundo de sentirse plenamente sí mismo en presencia de otra persona y no sentir el juicio ni la reprobación.
¿Por qué reprobamos a los demás? Básicamente porque los juzgamos desde los propios parámetros... Es imposible no juzgar, además, no tiene por qué tener una connotación negativa. ¡Juzgamos todo el tiempo! Juzgar es lo mismo que decir, clasificar, distinguir, ordenar, según un modo particular de ver la realidad, y en ello no hay nada de malo. Lo verdaderamente erróneo es tratar a los demás según nuestros juicios sin conocerlos verdaderamente. Y ¿qué implica conocer “verdaderamente” a los demás? Cuando alguien te dice, “no me entiendes” lo que en realidad siente es que lo estás juzgando mal y no lo conoces verdaderamente. Aunque parezca mentira, y es lo más triste de todo, en la propia familia y con personas que creemos conocer hace varios años también nos ocurre esto. ¿Por qué?
Conocer a otra persona implica suspender por un momento los propios juicios sobre ella. Abandonar la “idea” que se tiene de la otra persona para que sea ella misma realmente. Como generalmente estamos más preocupados de nosotros mismos que de los demás, tener una “idea” de ellas nos brinda una falsa seguridad. Creemos que podemos saber a qué atenernos cuando la dibujamos en nuestra mente con dos o tres precarios trazos. Si quieres conocer a alguien de verdad tendrás que comenzar por quitarte las capas de preocupación por ti mismo, a las que generalmente estamos apegados... para recibir al otro tal y como se manifiesta sin juzgarlo. El hecho de no juzgar no significa que lo tengas que aprobar, sino que lo respetas tal y como se presenta sin más.  
Si te ofreces a la otra persona sin condiciones previas o expectativas, percibirá de ti que tienes apertura. Así, podrá manifestarse sin el temor de ser repudiado. 
Cuando la otra persona percibe que no tiene que renunciar a ser sí misma ni a hacer promesas para recibir consideración de ti, podrá manifestar su verdadero ser. ¡No hay experiencia más maravillosa que sentirse plenamente aceptado! Muchas personas sólo piden eso “ser aceptados” ¿es mucho pedir?
Deja tus juicios de lado y sumérgete en el misterio del otro. Recorre su interior considerando todos los elementos de su vida con respeto y admiración. Existen personas que no han podido llegar a ser de otro modo que lo que son... Y no porque hubieran querido, sino porque les resultó imprescindible para sobrevivir. ¿Qué hubieras hecho tú para sobrevivir? Entonces, ¡por qué juzgas con dureza a los demás cuando en realidad no conoces por lo que ha tenido que pasar para seguir viviendo!
Lo más bello del ser humano es que siempre, en lo más profundo de nuestro ser, queremos estar unidos a alguien y compartir lo que llevamos dentro. Todo ser humano añora compartir. Abrir su corazón y ser mirado con ternura y compasión. Sé tú los ojos del Dios misericordioso para quien necesita ser amado más allá de todo…

P. Javier Rojas sj

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