Se pide perdón a Dios de las cosas reconocidas como mal intencionadas o que no han sido apropiadas, pues cada vez que tomamos esas decisiones debilitamos nuestra relación con Él y comprometemos nuestra identidad radical de hijos. Dios nos perdona antes de que nosotros formulemos nuestra petición; pero, por nuestra parte, pedir perdón es también un acto de responsabilidad, de aceptación de la propia verdad, de lucidez y autenticidad personal. (Luis Mª García Dominguez, sj)

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