El hombre o la mujer con un corazón gratuito es fácil de reconocer, porque se alegra y se asombra por lo que recibe. Y ya no mide ni compara, si es más o menos de lo que él ofreció antes. Se contenta de disfrutar lo que el otro puede y sabe compartir. El hombre y la mujer con un corazón gratuito no son seres ansiosos o atolondrados, porque saben disfrutar y sacar provecho del tiempo presente que viven. 
Por el contrario el hombre o la mujer que viven reclamando a los demás, amasan y cocinan desconfianza y resentimiento con todos. Tienen el corazón amurallado y con alambrado de púas, cosa que cuando llegues a ellos te puedan decir “si hubieras venido más de seguido, habrías conocido mejor el camino”. El hombre y la mujer que reclaman a Dios y al mundo, lo que no fue, aún no han nacido, siguen caminado con el ombligo a cuestas incapaces de alimentar a los demás porque sólo tienen tiempo para atragantarse con todo lo que no pueden digerir.
La llave del detalle abre más corazones de lo que imaginamos, y cuando somos capaces de tener un detalle con otro, cuando sabemos valorar el detalle que los otros tienen con nosotros y alegrarnos de manera infinita por algo tan sencillo y simple, es señal de que hemos nacido a la vida de Dios. Sólo un corazón agradecido podrá sentir la presencia de Dios.
P. Javier Rojas sj

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