Un buen cristiano se distingue por el hecho de que cree en Dios, de que confía; se distingue por el hecho de que conoce a Cristo, de que lo conoce cada vez mejor y presta oídos a él. Conocer significa leer la Biblia, hablar con Cristo, dejarse llamar por él, asemejarse a él.
De ese modo, el cristiano se siente cada vez más apremiado a actuar socialmente, a comprometerse por otros como lo hizo Jesús, que curó a los hombres, llamó a sus discípulos, criticó a los poderosos, lanzó advertencias a los ricos y recibió a los extranjeros.
Así se llega a ser un hombre que se siente sostenido e impulsado por Dios. En el momento de la muerte —y quiera Dios que así sea—, podrás decir: tú me sostienes, en ti estoy cobijado, tú me aceptas.
(Carlo María Martini, "Coloquios Nocturnos en Jerusalén")

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