La pinta es lo de menos 

La semana pasada me tocó presenciar una triste escena que lamentablemente se da en más lugares del planeta de los que yo quisiera. 
Llegaron a casa dos amigos de mi hija. Adolescentes más o menos de la misma edad, alrededor de los 20 años…Los tres estaban hablando muy amigablemente, cuando se incorporó al grupo una cuarta jovencita de la misma edad. Ésta ultima, hija de una reconocida familia de la ciudad, de familia muy religiosa por otra parte. Aunque yo no estaba en la misma habitación que ellos, tuve que pasar varias veces por allí, ya que estaba trasladando libros de una biblioteca a otra. Cada vez que pasaba por el lugar con las cajas en mis brazos, y después de desalentar la ayuda que los muchachos querían ofrecerme con los libros, pude advertir que la chica estaba más y más incómoda, y que miraba a su alrededor con cara de desconcierto.
En mi última pasada por el lugar, le pedí a la amiga de mi hija que me ayudara a preparar unas gaseosas para llevarles. La idea era sacarla del lugar y preguntarle el motivo de su incomodidad.
Cuando estábamos en la cocina preparando los vasos y el budín, y mientras se oían las risas de los chicos en la habitación contigua, le pregunté si necesitaba ayuda porque la encontraba muy disgustada. Al principio me negó que se sintiera mal, pero ante mi insistencia me respondió muy irritada que no entendía como dejaba a mi hija tener amigos tan distintos entre sí. La verdad, es que allí la desconcertada fui yo. A mi pregunta sobre a qué llamaba ella “amigos distintos”, me contestó que uno era visiblemente educado y de “buena familia” y el otro era un chico “pobre”, de mala pinta, “un negrito” según su apreciación, y que se notaban sus pocos estudios... Debo reconocer que tal comentario me heló la sangre.
En la otra sala estaban conversando los tres muy bien, podía oír sus risas y comentarios... pero a esta jovencita no le parecía buena la idea que mi hija interactuara con personas “tan distintas” según su visión. No sabiendo que contestarle en ese momento le entregué la bandeja con la merienda y le pedí que la llevara a la mesa.
Pasadas las horas y cuando la madre de la chica la pasó a buscar al anochecer, le comenté lo que había ocurrido en la cocina mientras chalábamos. Mi desconcierto fue aún mayor cuando noté la incomodidad de la madre, diciéndome que “cierta clase de personas” a ellos no les gustaba que se vinculara con su hija. Que ellos se esmeraban en que su hija fuera a excelentes colegios y que se relacionara sólo con gentes de “buena familia” porque vaya a saber Dios a qué se dedicaba ese muchachito humilde..."Seguramente a nada bueno"-remató.
Cuando estábamos lavando los platos, mi hija y yo nos quedamos solas en la cocina y aproveché para preguntarle por sus amigos. Ella me contestó que eran muy buenos y que se habían hecho muy amigos entre sí. A tal punto, que el chico de más edad al saber que el otro estaba buscando desesperadamente trabajo para ayudar a su mamá viuda y a sus cinco hermanitos le había ofrecido trabajo como ayudante de administración en la empresa de su padre. Justamente estaban buscando un muchacho que los ayudase algunas horas por la tarde en la empresa.
-No sabés mamá- me dijo mi hija- qué buena gente son los dos, muy solidarios y alegres, estudiosos y ambos trabajan en distintas organizaciones no gubernamentales ayudando a familias carenciadas y de bajos recursos. Sino fuera porque uno es tan rubio y el otro tan morocho, diría que son parientes y hasta hermanos mellizos- concluyó mi hija. "No pueden ser más parecidos, mamá"- agregó.
Esa noche me alegré por los criterios de mi hija para ver la realidad con sus apenas 17 años. No se fija en lo superfluo a la hora de relacionarse con otras personas, para ella lo importante son los valores. Mis otros hijos comentaron también lo “buenos pibes” que eran los dos chicos ya que sabían lo comprometidos con los más necesitados que eran ambos, y se alegraron de que se hubiesen conocido seres tan parecidos…
Si eso lo hubiera escuchado la otra chica y su mamá!!!
Sentí que íbamos educando en verdaderos valores cristianos tanto mi esposo como yo a nuestros hijos. Y agradecí a Dios porque en mi familia, "la pinta es lo de menos"…
©Ale Vallina

Foto: tomada de la web

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