El verbo para la oración de hoy es “COMPADECER.”
Saber padecer puede aprenderse de algún modo con el verbo perder. Pero a compadecernos no nos puede enseñar nadie, sino Aquel que, compadecido de nosotros, por nosotros padeció. Compadecer es padecer con el otro. Algunas veces se confunde la compasión con la simple filantropía. Ésta es etimológicamente «amor al ser humano». Se parece a la compasión cristiana, pero no es lo mismo. Una persona sabe de una catástrofe natural y destina unos pesos en una cuenta de ahorros para ayudar a los damnificados. Este es un ejemplo de filantropía. Y no cabe duda de que haya en ella rasgos hondamente humanos, de los cuales a menudo carece nuestra sociedad…
La compasión es universal desde la raíz, y no tiene límites como la filantropía. No es vanidosa ni ostentosa. . A todos, en mayor o menor medida, nos gusta tener fama de bienhechores. La compasión, por el contrario, siempre siente que la medida del amor no es mi bolsillo de rico sino el estómago del pobre.
La verdadera compasión sabe más lo que no ha hecho que lo que ha podido hacer. No descansa hasta ver sanado y restablecido el bien íntegro del otro.
En Cristo, en su Cruz y sólo en ella, podemos aprender que amar y compadecer es eso: dar la vida.
Preguntas para tu oración: 
1. ) Quiénes y qué te compadecen?
2. ) Cómo sientes y expresas tu compasión?
3. ) A qué crees que debería llevar la compasión?
4. ) Qué compadeces de tu familia y qué compadeces con tu familia?
5. ) Te compadeces a ti mismo?, Cuándo, Cómo y Por qué?
Jesús es el rostro de la misericordia y la compasión del Padre Dios. Prefiere a los pobres (Lc 4,18; 7,22) y se codea con publicanos y pecadores (Mt 9,10). Es compasivo con las muchedumbres (Mt 9,36; 14,14; 15,32) con la viuda desconsolada (Lc 7,13) o el padre afligido (Lc 8,42; 9,38-42). De modo insuperable nos ha transmitido la piedad del Padre Dios hacia el hijo que retorna (Lc 15). Ni siquiera excluye de su compasión a sus propios enemigos, por los que ruega (Lc 23,34).

“Cuando nos cueste trabajo conmovernos, preguntémonos cómo nos iría si así de inexorables fueran los demás con nosotros.” Séneca.

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