Todo, absolutamente todo lo que nos ocurre en la vida, pueden ser benditos caminos para un encuentro sincero, de corazón, con el Señor. Este texto del P. Larrañaga nos ilustra al respecto:
"Frente al mundo ignoto de las eventualidades, es mucho mejor detenerse y permanecer en silencio, abandonados en las manos del Padre, asumiendo con gratitud el condicionamiento personal y el misterio de la vida. Yo he conocido gentes para las que una enfermedad que de improviso apareció y les acompañó hasta la muerte, resultó ser la mayor bendición de su vida.
Estoy seguro: si tuviéramos la perspectiva de eternidad que tiene el Padre, todas las cosas adversas que nos suceden cada día las habríamos de considerar como cariños especiales del Padre para con nosotros, sus hijos, para liberar, sanar, despertar, purificar..."
Ignacio Larrañaga. “Muéstrame Tu Rostro”

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