Mientras los creyentes no hagamos un serio examen de conciencia, no podremos apreciar en profundidad lo que significa el nacimiento del Hijo de Dios.
Debemos esperar al Hijo del Dios Eterno, que quedó cautivado al contemplar su obra más preciosa. Quien viene a nosotros no es el juez, sino el Hijo del Creador. No es el látigo, sino el pastor que carga en sus hombros a la oveja perdida.
Si pudiéramos vivir esta realidad y transmitirla a los que no creen estaríamos haciéndonos eco de la predicación de Juan, ¡Conviértanse! ¡Vuelvan del camino que les lleva al error porque viene el Hijo de Dios a mostrarnos el camino a seguir!
 Si nos enamoramos de este niño que va a nacer, en nuestra vida se gestará el amor y obraremos en consecuencia. Porque cuando amamos al otro, asumimos un comportamiento, respetamos las normas que la relación establece y estamos dispuestos al sacrificio. Pero que vivamos esto no significa que amemos. El amor gesta nuestro modo de proceder y no al revés.
P. Javier  Rojas sj

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