“Cada día que comienza es un milagro”, y “A cada día le basta su faena”, son dos frases conocidas por todos. Hoy resuenan especialmente en mi memoria…
No puedo comenzar cada mañana mirando el ayer o preocupada por el futuro. Si lo hago me  privo de un “hoy” cargado de sorpresas y de  vida…
Tampoco puedo “enroscarme” en el pasado. O peor aún, quedarme en él.
Y respecto del futuro? No ha llegado, no sé nada de él…por eso: para que perder el tiempo pensando en lo que no llegó?
En ocasiones, nuestra mente nos intriga con  jugarretas insanas e inquietantes. Y contra esas intrigas enmarañadas hay que luchar…porque nada de lo que pudiera hacer hoy cambiaría mi pasado. Y nada de lo que pueda imaginar sobre el futuro puede ser cierto.
Qué queda pues entonces? Lo más sano  es cada mañana abrir los brazos para recibir lo mejor que ese día quiera regalarme…Pedir al Señor fortaleza y alegría. Lanzarme a la vida con entusiasmo y luchar contra los malos pensamientos que entristecen.
Y cómo se lucha contra los pensamientos que desconsuelan? Con oración…
 Cada vez que asolan las buenas razones “aparentes”, o aparece la sombra de la amargura, eleva tu mirada a Dios y reza. Reza siempre y con perseverancia. Reza con los ojos cerrados o abiertos. Reza en silencio o con palabras. Reza de noche y de día. Reza para dar gracias o para pedir. Poco a poco el desaliento desaparecerá y un dulce bienestar inundará tu alma…
Dios nos desea unidos a Él, no alejados…Y la oración siempre nos acerca a la fuente de la Vida.

Ale Vallina


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