Cada 8 de diciembre al preparar el pesebre, me recorre el mismo sentimiento de gratitud… Dios que miró la pequeñez de María y la hizo Madre del Salvador… también es Madre nuestra!
Ella, la jovencita humilde que con su “SI” nos abrió las puertas del cielo no deja de mostrarnos el rostro amoroso y “femenino” del Padre. Él quiso que su Hijo naciera de mujer, de la fragilidad y la suavidad de una dama…
No hay vientre más bello que el de Ella, ni mirada más dulce que la suya…María, la siempre Virgen fue Madre por decisión del Señor y sigue siendo Madre con cada uno de sus hijos cada día de nuestras vidas…
Mientras preparo el pesebre la percibo en la espera confiada de ese Hijo que le está por llegar…Recorro con mi imaginación su dulce rostro de “espera”, su figura menuda y su sonrisa tranquila... Nada en ella es desorden, es sólo armonía que “aguarda”…
Observo, con mis ojos cerrados, su vientre abultado donde la Vida se gesta magníficamente. Presiento la alegría  que se despliega en nueve meses, pero que a su vez es eterna… Presiento su  alma delicada cuando medita en Él que está por venir…
Vuelvo a mirar mi pesebre. Como cada 8 de diciembre. Coloco las figuras en sus sitios. Y Ella, en sitial de honor, esperando al Niño…
Me brota el agradecimiento y el júbilo…
Le digo, uniendo mis manos: “María, la llena de gracia, cuánto amor que brota de tu corazón  por nosotros, tus hijos. Madre del Salvador y Madre nuestra eres  compañía permanente de los que te buscamos,  no nos desampares…”
Como cada 8 de diciembre cuando coloco las figuras en el pesebre, la miro embelesada…Todo está en orden, en espera paciente y confiada…Todo aguarda al Que Viene.
A ese Dios encarnado, cuya Madre es mi Madre…

Texto Ale Vallina
Pintura Mónica Ozámiz Fortis

Comentarios