¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!
Mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas.
Tus preceptos son mi delicia,
tus decretos son mis consejeros.
Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata.
¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca!
Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón.
Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos.
Salmo 118

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