¿Cómo hacer fructificar los dones-talentos que recibimos? En primer lugar, cuidándolos, lo cual no quiere decir, guardarlos para nosotros solos o enterrarlos como hace el tercer empleado de la parábola. 
Al contrario, el camino es compartirlos, visibilizarlos. Es nuestra vida la que se convierte en evangélica y la que va dando fruto, en ocasiones más de lo que creemos. Intentar vivir desde el Evangelio, aunque nos quedemos a medio camino. Eso sí, huyendo de la “ética de mínimos” que se está instalando entre nosotros, la del “no hago mal a nadie”. No es suficiente. Hay que hacer el bien. No caer en el “cansancio de los buenos”, de los que hablaba el beato Pablo VI.Los talentos los tenemos que hacer fructificar en nuestro mundo. Hoy se celebra el “Día internacional de la tolerancia”. Podemos pensar que la tolerancia se identifica con que “cada uno haga lo que le dé la
gana”. Sabemos adónde nos lleva ese planteamiento a la larga, a la “tolerancia cero”. Hoy tenemos que pensar en cuáles son los colectivos que sufren intolerancia en nuestro mundo.
Vuelvo a repetir algo que decía el domingo pasado. ¡Ojalá no hiciera falta recordarlo! Cientos de millones de cristianas y cristianos quisieran poder vivir y celebrar su fe. No pueden. En muchos países
los cristianos son perseguidos por el hecho de serlo. Es el grupo humano más perseguido en el siglo XXI. ¿Cuántos colectivos de defensa de los Derechos Humanos recordarán a las personas que están condenadas a muerte por no renunciar a su fe? ¿Cuántos cristianos los tendremos presentes hoy?
Si venimos a nuestro entorno más cercano, la llamada “civilización occidental”, nos ocurre algo parecido. ¿Tolerancia? Sí, menos con lo religioso. Lo vemos con frecuencia: amparándose en que
vivimos en sociedades laicas algunas personas entienden que es lícito arremeter sin compasión contra los sentimientos religiosos de una parte de la población, da lo mismo que sea mayoritaria o minoritaria, porque los derechos no se basan en la estadística. Ejemplos los tenemos todos los días.
Los talentos los tenemos que hacer fructificar en nuestra Iglesia. Buen día para recordarlo, hoy que celebramos el día de la Iglesia diocesana: “Comparte tu parte. Colabora con tu parroquia”. De nuevo, el planteamiento no puede ser primariamente economicista, la aportación económica. Nuestra mejor aportación siempre suele ser el recurso humano que somos cada uno de nosotros. ¿Qué puedo hacer yo?
Mucho. En ocasiones algo tan sencillo como apoyar con nuestra presencia aquello que se organiza en la parroquia o diócesis: retiros, conferencias, grupos para compartir la fe,… Si mi colaboración puede ser más activa, tanto mejor. Cada uno tiene que ver qué puede aportar.
Si se pueda resumir en una frase el mensaje del evangelio de hoy: no enterrar el don que somos.
P. Ángel María Ipiña csv

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