Un Dios justiciero y amenazante suele ser el Dios que mejor les cuadra a los grupos fundamentalistas y fanáticos, como era el caso de los fariseos en tiempo de Jesús. Como también es el Dios más práctico y eficaz para los que pretenden ejercer un poder absoluto e incuestionable sobre las conciencias de la gente. Un Dios de esta naturaleza, implacable con los pecadores, le viene divinamente a todo grupo o categoría de personas religiosas que, no sólo tienen la seguridad de que ellos son los poseedores de la verdad sobre Dios, sino que además pretenden imponer esa verdad a todos los que no piensan y viven como ellos.

José María Castillo

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