Dios no actúa,..., suplantando la libertad humana, sino convocándola; es decir con la atracción o la solicitación, no sólo haciendo posible, sino preservándole y sosteniéndola. Hablando antropológicamente, ella supone un riesgo para Dios: el riesgo de que la creatura se niegue a aceptar su ofrecimiento y le impida realizar su intención. Pero supone también la oportunidad única para la expansión libre de la acción creadora. Por eso el hombre, como por desgracia lo estamos viendo cada día, puede interferir negativamente en la creación, destruyendo la naturaleza y explotando o matando al hermano. Pero también puede prolongarla positivamente, colaborando con Dios en su contínuo afán salvador al fomentar el bien y remediar el mal, amando al prójimo, creando cadenas de solidaridad, trabajando por una humanidad más libre, justa y fraternal, así como por una tierra más habitable.
Andrés Torres Queiruga sj

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