Rezar el Rosario a muchos puede resultarle aburrido, repetitivo, cansador y desusado. Pero para mí es una experiencia de Encuentro. Con mayúsculas. Con María, que me lleva a su Hijo. Y con el Hijo que me ofrece a Su Madre.
Contemplar los misterios. Dejarme atrapar por ellos. Recorrer el camino sagrado. A modo de mantra. Me rindo a Sus pies. Y siento su vida. Y acompaño momentos. Y medito renovando fuerzas…
Cada cuenta de madera conforma un ritual sensible. Pasan unas tras otras las cuentas rozando las yemas de mis dedos…Todo acontece tan rápido! Sin embargo le da hondura a mi día. Tras 30 minutos sé que el Padre me abraza, que el Hijo me sostiene y que la Madre ruega por mí,…por todos nosotros; ahora y en la hora de mi muerte. Amén.
El Rosario es amable. Como amable es la Vida del que se presenta al encuentro…
@Ale Vallina

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