No podemos sustituir a Dios en nuestras relaciones. El sigue siendo el Primero: prioritario en la gracia, amasador de nuestra arcilla que la hace y deshace a su gusto. Primero en el perdón y en la reconciliación de lo que está dañado. El que nos llama constantemente a la Vida, a rehacerla, a revivir lo muerto. ¿Podremos hacerle más vivo en nosotros y hacemos más presentes a su gracia?

Xavier Quinzà Lleó, sj

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