Adorar pausadamente nos va haciendo aligerar el corazón, liberar el flujo de la vida. Sólo adora el que es frágil, el que quiere abrir su desolación y su esperanza a los otros que también esperan, con sus propias heridas, una actitud nueva, a la vez que acogida y de rendición. 

Xavier Quinzà Lleó, sj

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