Algunos hermanos preguntaron al abad Agatón diciendo: "Abad, ¿qué virtud entre aquellas que practicamos requiere mayor fatiga?". Él les respondió: "Pienso que no hay una fatiga tan grande como orar a Dios. Porque cada vez que el hombre quiere orar, los enemigos tratan de impedírselo, pues saben que nada puede ser un obstáculo mayor para ellos que el hecho de orar a Dios. Cualquier obra que el hombre emprenda, si persevera en ella, encuentra reposo, pero para la oración hay que luchar hasta el último aliento". 

Dichos de los padres del desierto.

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