Dame Señor, tu mano guiadora.
Dime dónde la luz del sol se esconde.
Donde la vida verdadera.
Dónde la verdadera muerte redentora.
Que estoy ciego, Señor, 
que quiero ahora saber.
Anda Señor, anda, responde
de una vez para siempre. Dime dónde 
se halla tu luz que dicen cegadora.
Dame, Señor, tu mano. Dame el viento
que arrastra a Ti a os hombres desvalidos.
O dime dónde está, para buscarlo.
Que estoy ciego, Señor. Que ya no siento
la luz sobre mis ojos ateridos
y ya no tengo Dios para adorarlo.

López Gorge, J.

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