Ignacio hizo un largo itinerario geográfico y también espiritual: Loyola, Montserrat, Manresa, Barcelona, Alcalá, Salamanca, París, Venecia, Roma... Y hasta el final con los ojos puestos en Jerusalén, la tierra de Jesús. Deseo de entrega, tentaciones, penitencia, ayuda a los más pobres, pobreza, oración, persecuciones, hambre, enfermedad, estudio, anuncio del Evangelio, grupo de compañeros... Y siempre consciente de que Dios le trataba de la misma manera que trata un maestro de escuela a un niño: enseñándole.
Pere Borras sj

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