"En los caminos de la fe no existen líneas rectas porque la gracia, por principio, es oscilante y la voluntad de Dios, por ser gratuidad, es desconcertante.
No hay solución cierta o automática para afrontar los altibajos imprevisibles de la enfermedad. Sólo hay una respuesta: aceptar con amor lo que venga, sea lo que fuere. Este es el secreto de la paz.
No sabemos qué hay detrás de la pared (y la pared se llama tiempo), pero sí conocemos a Aquel 'en cuyas manos está nuestro destino' (Sal. 30), y eso basta. Vivir en la fe significa aceptar con amor lo que cada momento nos depara imprevisiblemente.
En resumen, el secreto de la paz está en aceptar con fe y amor las eventualidades oscilantes que la enfermedad puede traerme a cada momento como expresión de la voluntad permisiva del Padre".
Ignacio Larrañaga. Las Fuerzas de la Decadencia

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