Dondequiera que pongas tu mirada, dondequiera que fijes tu atención, dondequiera que un átomo subsista, encontrarás a Dios.
En las formas diversas de las nubes, en los rayos dorados que da el sol, en el brillo que lanzan las estrellas, encontrarás a Dios.
En los dulces balidos que en los prados, el rebaño da al silbo del pastor, en los trinos cambiantes de las aves, encontrarás a Dios.
En la sangre que corre por tus venas, en la misma conciencia de tu Yo, en los propios latidos de tu alma, encontrarás a Dios.
En la santa figura de este mundo, cuyo vientre la vida te donó, en la franca sonrisa de la gente, encontrarás a Dios.
En el rostro del que acepta tu mirada, o el que por algún motivo esquivó, si no te paraliza y lo miras con amor, encontrarás a Dios.
En las horas de sombra y amargura, cuando a solas estés con tu dolor, si lo buscas con fe en esas noches, encontrarás a Dios.
Arturo Gutiérrez Martín       

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