“Madre, quiero ser pobre,
abandonarme en las manos del Padre totalmente,
darle todo mi ser, mi vida,
mis proyectos y mis sueños.
Madre, quiero seguir tus pasos,
decir junto a vos
<<Aquí estoy Señor contigo,
para hacer tu voluntad>>.
Ayúdame a entregarme
(aunque mi entrega me conduzca a la cruz)
y a vivir la pobreza
como protesta ante la injusticia
y como solidaria entrega decidida
a Cristo en los demás.
Madre, quiero servir junto a vos.
Hay hermanos que nos necesitan,
les hace falta compañía,
una palabra, techo, pan, trabajo digno,
justicia, libertad, igualdad.
Madre, ayúdame a descubrir
el rostro pobre de tu hijo
en los chicos de la calle,
en los indígenas despojados,
en los marginados y vagabundos,
en los obreros sin trabajo,
en los jóvenes drogadictos,
en los enfermos de Sida discriminados,
en las niñas-jóvenes, madres solteras,
y en tantos otros que a diario claman
¡Dignidad, respeto, fraternidad!
 Madre quiero servir junto a vos,
cantar contigo al Dios que libera y da la vida.
Acompañarte hoy por esta América sufrida
del lado de los que sufren,
de los que piden,
de los que esperan
y de los que trabajan
por un mundo más humano y más hermano
asentado en la justicia y el amor,
no en las leyes del mercado.
Madre de los pobres.
Muéstranos el camino del Reino,
fortalece nuestras opciones ,
acrecienta nuestra esperanza,
sostén nuestras comunidades en marcha
para que nuestras vidas
sean testimonio transparente
de nuestra fe
en el Dios de la Vida”.
Marcelo A. Murúa

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