Es la paciencia de la araña que vuelve a empezar indefinidamente su tela cada vez que la ve destruída. Es una tenacidad, íntima, secreta y dócil, en los antípodas de la testarudez, de la rigidez o del entusiasmo. Es una virtud profundamente humilde, y recíprocamente la humildad es profundamente perseverante, no se desanima nunca. Sólo el orgullo y solo él es el que se desamina.
M. Molinié

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