Ama a Jesucristo.  Hasta tu último suspiro ve apasionándote cada día más por su adorable persona.  Estudia, escruta, indaga, expón sin descanso a ti mismo y a los demás, hasta saberlo de memoria, mejor dicho, hasta asimilarte a El, perderte en El.  Que El sea enteramente y cada día más el centro de tus pensamientos, el vínculo de tus conocimientos, el fin práctico de cualquiera de tus estudios.  Hazlo el objeto moralmente único, el argumento soberano, el arma triunfadora de tu apostolado...  como el hombre lleno y poseído de Jesucristo, como el hombre que a propósito o fuera de él, si fuera posible, hable sin cansarse de Jesucristo y hable de la abundancia de Corazón.
San Alberto Hurtado

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