La ayuda al prójimo no puede convertirse en una instancia para tranquilizar la conciencia ni para alimentar al narciso que vive en nosotros. No sirve la ayuda que se da para verme como mejor cristiano.
Jesús no ayudó a los pobres para tranquilizar su conciencia ni para demostrar a los demás su poder, sino que los ayudo porque se compadeció del hambre, de la sed, de la desnudez, y de la esclavitud en la que se encontraban. Dios se ha compadecido de nosotros. Ha volcado sobre nosotros un amor tal que no renunció a entregar su vida para rescatar la nuestra.

P. Javier Rojas sj

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