En una carta dirigida aun monje, compara él la observación de los pensamientos con la tarea del guardián de una puerta: «Sé el guardián de la puerta de tu corazón y no dejes entrar a nadie sin interrogarlo. Pregunta a cada uno de los pensamientos y dile: "¿Eres tú uno de los nuestros o uno de nuestros adversarios?". Y si el pensamiento pertenece a la casa, te llenará de gozo. Pero si es uno de los enemigos, te extraviará por medio de la cólera o te excitará por medio de un vivo deseo." (Evagrio Póntico, Carta 11 ).

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