«Aprender a Escuchar

   
Domingo 4 de marzo - II  de Cuaresma

   
Al iniciar la cuaresma es común escuchar que es un tiempo de mayor  silencio y oración. Pero también es frecuente escuchar decir a muchas personas  “¡Yo no aguanto tanto tiempo en silencio!” o “ A mí me cuesta hacer silencio!”. En realidad, no es que te cueste hacer silencio, lo que no sabes es  escuchar. No has aprendido aún a prestar oído a otro que no seas tú mismo. Estás muy acostumbrado a escuchar solo tus deseos y reclamos. En realidad, no es el silencio lo que te cuesta, sino escuchar...
Dejar que la palabra del Otro llegue a la propia interioridad requiere de un corazón generoso y humilde. Generoso, porque la vida es un constante aprender y es necesario ser generosos en la escucha y agudos en el discernimiento para saber con qué quedarnos. Y humilde, porque muchas veces la palabra del otro nos pone incómodo. Cuestiona nuestras visiones sobre la vida y nuestros modos de comportamientos, que de tenerlos tan arraigados creemos que son “sanos y santos”. Es muy común que detrás de la legalidad del cumplimiento de los mandamientos se esconda la injusticia en el trato con los demás.
Es muy común no prestar oídos a otro que no sea “yo mismo” para evitar que la palabra de los demás cuestione tu vida y tu seguridad.  Porque así estás “más” confortable.
Aunque pueda parecer paradójico, creo,  que nos estamos acostumbrando a hacer silencio. Si, callamos ante las injusticias, enmudecemos ante aquello que nos compromete, y hacemos silencio cuando nos volvemos cómplices en la indiferencia ante los demás…
En realidad, sabemos hacer silencio y nos estamos perfeccionando cada vez más. Hemos aprendido a enmudecer pero aún no nos atrevemos a escuchar.
Este es el sentido de la cuaresma. Saber escuchar… para aprender a hablar. Sabemos pronunciar palabras, pero ello no significa que sepamos hablar. Necesitamos aprender a escuchar; a Dios, al prójimo y a las voces que resuenan en el propio corazón aun cuando nos incomoden.
En el evangelio escuchamos la voz de Dios que dice «Este es mi Hijo amado, escúchenlo». Y de estas palabras podemos deducir también que la recomendación de la escucha que nos hace Dios, no se “resume” sólo a Jesús, sino a todo aquel ser humano a quien Dios ama.
Es cierto que hoy estamos en la era de la comunicación… pero hablamos todos a la vez y no nos entendemos. No hemos leído la letra chica del contrato que dice, “antes de responder, escucha. Y sólo si puedes librarte del prejuicio, responde”.
Hablamos mucho, pero de lo esencial hacemos silencio. Prestamos oído a cualquier tipo de chismes, pero lo importante no lo escuchamos.
Cuaresma es un tiempo especial para poner en práctica la capacidad de escucha. Si supieras prestar oído a la gente que amas sabrías percibir con claridad sus dolores y sus alegrías. Si aprendieras a escuchar sabrías entender los reclamos que te hacen. Si te animaras a dejar hablar al otro sin interrumpir, entenderías el mensaje que te quiere comunicar. Hay muchas personas que completan las frases del otro antes de que terminen de hablar. Casi como si jugaran a las adivinanzas…
 ¿Crea un ámbito de comunicación quién todo el tiempo te adivina las palabras y pone mensajes en tus labios que tu no quieres pronunciar?
Para saber escuchar dice Martín Descalzo hace falta «tener el alma despierta, abrirla para recibir al que, a través de sus palabras, entre en ti; ponerte en la misma longitud de onda que el que está conversando contigo; olvidarnos por un momento de nosotros mismos y de nuestros propios pensamientos para preocuparnos por la persona y los pensamientos el prójimo. Escucha es ¡todo un arte! ¡Todo un apasionado ejercicio de la caridad»
Pidamos a Dios la gracia de prestar oído a la Palabra de su Hijo Jesucristo y de estar abierto a las palabras de aquellos que amamos y de aquellos a quién nadie ama ni entiende.
¿Amas? Entonces aprenderás a escuchar. Pero si no tienes amor en tu corazón, no tienes NADA.


 P. Javier  Rojas sj

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