Por algún extraño motivo (quizá para ejercitar nuestra paciencia, o tal vez para entender la sencillez de lo importante) las cosas más significativas de la vida crecen y se expanden lentamente. 
De manera casi imperceptible (tanto que a veces creemos que asistimos a una pasividad pasmosa), lo sustancial de nuestra existencia comienza a crecer y a madurar de manera humilde. El tiempo es testigo mudo de ese crecimiento, de ese desarrollo y de esa expansión…
Y de pronto, sin percibir el momento exacto, se abren las puertas y las ventanas y entran el amor, la familia, los amigos, la vocación, la fe, la solidaridad…. Y asistimos al nacimiento de lo que un día fue pequeño, pero que creció despaciosamente hasta convertirse en lo más sagrado de nuestra vida.
@Ale Vallina.

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