La esperanza de que somos portadores se basa en la humilde convicción de la radical limitación, en nuestra falta de esperanza en medios meramente humanos y naturales, para poder ofrecer
una solución global y duradera a los problemas de hoy. Esto no significa, sin embargo, que rechacemos sencillamente o condenemos en bloque los valores naturales y humanos, la cultura y el progreso como inútiles; sino más bien, que somos profundamente conscientes de su importancia limitada y relativa, de la necesidad de integrarlos en el plan redentor de Dios de manera que iluminados, vivificados y elevados por el Espíritu, puedan convertirse para el hombre en auténticos signos y motivos de cristiana esperanza.
Los hombres hoy buscan la verdad en que poder cimentar su esperanza, no en huecas palabras o razonamientos abstractos, sino en la vida de alguien como ellos: gente que encarna y personaliza las auténticas verdades en que dicen creer. Hoy se necesita un testimonio cristiano, no sólo de individuos aislados, sino también de grupos y de comunidades, que, a través de sus vidas, puedan marcar a la humanidad el rumbo que deben seguir para recuperar sus esperanzas y encontrar su salvación. Como
los primeros cristianos de los que decía Philon “su fraternidad supera toda descripción”, o hacian exclamar a Flavio Josefo “tienen un espíritu maravilloso de comunidad”. No seremos portadores de esperanza más que cuando poseamos la verdad que salva y además, como Cristo, nuestras vidas sean
tales que muestren el camino hacia la verdad e induzcan a los otros a seguirlo. Esa es la meta hacia la que debemos avanzar. Estoy convencido de una cosa: sin una conversión personal profunda no seremos capaces de hacer frente al reto que tenemos planteado hoy.
Pero si logramos derribar las barreras dentro de nosotros mismos, tendremos la nueva experiencia de que Dios irrumpe en nosotros y conoceremos qué significa ser cristiano hoy. ¿Por qué no hemos de lograrlo?.
Si podemos hacer frente a este desafío, los signos de desesperación se transformarán pronto en señales de esperanza y diremos con san Pablo: “Precisamente nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia, la paciencia virtud probada, esperanza, y la
esperanza no falle”.
La Iglesia portadora de esperanza para los hombres – 25.08.77
Pedro Arrupe SJ

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