Cuentan de un jesuita que solía subir solo a la montaña para escuchar el silencio. Pero de vez en cuando le gustaba hacer cima con algún compañero. Y cuando llegaba arriba, miraba al horizonte. Hacía un momento de silencio, cogía aire y, con lágrimas en los ojos, le pasaba suavemente la mano por encima del hombro. Con un hilo de voz se le escuchaba decir: “Y todo esto Dios lo ha creado por ti”.
Pues sí. Hay gente que tiene una sensibilidad especial para escuchar las entrañas de la creación y ver en ellas la mano tierna de Dios. Ese Dios que, para Ignacio, “trabaja y labora por mí en todas cosas criadas sobre la haz de la tierra […], así como en los cielos, elementos, plantas, frutos, ganados, etc.” (Ejercicios Espirituales, 236).
Y en ti, ¿dónde puedes dejar trabajar a Dios?


De: Espiritualidad Ignaciana

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