«La oración de María se revela en toda su fuerza cuando pone su pie y su vida en juego, en situaciones de conflicto y peligro inminente. Su prontitud para la entrega sin reservas ni elucubraciones, hablar de una oración valiente, disponible. El Espíritu de Dios conduce a María fiada sólo en Él como una pobre de Yahvé, a situaciones límites, sin dar paso atrás, aparcando las fuerzas propias no atenidas, audaz en el poder de Dios todopoderoso, que ha cubierto su vida entera con la frescura de su sombra desde el inicio. La oración de María no se reduce a sólo Dios y ella. Reproduce la belleza y entrega de Dios Trinidad, que se manifiesta dándose, regalándose, “perdiéndose” en el Hijo» (Miguel Márquez, El riesgo de la confianza. Cómo descubrir a Dio sin huir de mí mismo)

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