Somos de Dios: su pertenencia y su tesoro. 
Nada puede separarnos de su Amor extenso, vasto y generoso. Ni los equívocos reiterados, ni las sombras con las que teñimos los días, ni nuestras incoherencias cotidianas…
Él es entrega, aliento y esperanza. Presencia que se hace niño y que además engendra.
Es Amor que devuelve bríos y que nos regala hermanos. Padre que planifica encuentros y que construye puentes que unifican.
Es puerta abierta. Brisa fresca. Campana que tañe y llama.
Somos suyos, aunque lo evoquemos poco y nos marchemos lejos.
¡Grande es Dios que tanto amor nos tiene!
@ Ale Vallina.

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