La locura de un Dios que nos ama como ni lo imaginamos es tan grandiosa que cada año, con María y con José, llega hasta las puertas de nuestras vidas para pedir albergue.
Nada en Él es azar. Con precisión y puntualidad vuelve a venir, como si de la primera vez se tratara, a acomodar su cuerpecito pequeño en el pesebre que le preparemos.
Por eso llega cada diciembre, porque cada año necesitamos hacerle un lugar nuevo para sanar nuestras vidas, apuradas y desorientadas…Porque cada año lo necesitamos de un modo distinto…Él insiste en volver.
¡Qué locura de amor tan grande es esta de un Dios que se hace pequeño y golpea en nuestros corazones pidiéndonos albergue! ¡No es razonable! Y sin embargo, Uno que ama así, infinitamente, persiste en pedirnos “un lugarcito” donde nacer y crecer.
Prestemos atención y hagamos silencio. Ya viene el Niño Dios…Él no sabe hacer otra cosa que amar.
@Ale Vallina


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