Pienso que todos los que rehúsan convertirse a Dios, lo ignoran. Lo rechazan más que porque lo imaginan grave y severo, a Él que es Bondad ; duro e implacable, a Él que es Misericordia ; terrible, a Él que es Amor. Su mala conciencia les dicta este error y les edifica este ídolo. ¿Qué temen pues, hombres de poca fe? ¿Qué no borre sus  pecados? Pero si Él los ha fijado a la cruz con sus manos... Son débiles, pero Él conoce su naturaleza. Están atados por la costumbre del pecado, pero Él rompe las cadenas de los cautivos. Creen quizás que, irritado por la enormidad y número de sus pecados, se tardará en ayudarlos… Más  donde el pecado abunda, su gracia sobreabunda. Siempre.

San Bernardo

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