Marcho con el alma llena de recuerdos felices; y éstos
se convertirán en oración. En este momento comienzo a sentir un inicio de saudade. Saudade de Brasil, este
pueblo tan grande y de gran corazón. Tengo la certeza de
que Cristo vive y est
á realmente presente en el quehacer de innumerables jóvenes y de tantas personas con las que me he
encontrado en esta semana inolvidable. 
Doy gracias a todas las personas que de un modo
u otro han sabido responder a las exigencias de la acogida y organización de una inmensa multitud de jóvenes.
Que Dios recompense a todos, como sólo Él sabe
hacer.
Dios los bendiga por este testimonio tan bello de participación viva, profunda y festiva en estos días. Muchos de ustedes han
venido a esta peregrinación como discípulos; no tengo ninguna duda de que todos marchan como misioneros. Con su
testimonio de alegría y de servicio, ustedes hacen florecer la civilización del amor. Demuestran con la vida que vale la pena
gastarse por grandes ideales, valorar la dignidad de cada ser humano, y apostar por Cristo y su Evangelio.
Yo seguiré alimentando una esperanza inmensa en los jóvenes de Brasil y del mundo entero. Mi último pensamiento, mi última expresión de saudade, se dirige a Nuestra Señora de Aparecida.
El Papa se va, les dice “hasta pronto”, un “pronto” ya muy nostálgico (saudadoso) y les pide, por favor, que no se
olviden de rezar por él. El Papa necesita la oración de todos ustedes. Un abrazo a todos. 
Que Dios les bendiga.
Papa Francisco.

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