Un "porqué" para vivir.


Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.» En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: «En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel.» Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: «Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle.» Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.

Mt 2, 1-12

El psiquiatra austríaco Viktor Frankl dijo: “Hay mucha sabiduría en Nietzsche cuando dice; quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”.
Esta expresión guarda una enorme verdad.
Son cada vez más las personas que teniendo “todo” sienten que “nada” les resulta lo suficientemente importante para seguir viviendo. Y, por el contrario, comprobamos con mayor sorpresa que muchos, aun careciendo de lo necesario para vivir, manifiestan más satisfacción en sus vidas.
Resulta que aquello que parecía una bella fábula autocompasiva de quienes no podían alcanzar todo lo que deseaban terminó siendo una gran verdad; “lo importante no está en el tener, sino en el ser”.  Y aunque todavía muchos persiguen el “tener” como la plataforma de la felicidad, tenemos que admitir que hemos fracasado en la manera de lograrlo.
La plenitud de nuestra vida no está en lo que podemos conseguir o alcanzar, sino en el motivo que nos mantiene en la marcha.
Para muchos su vida terminó una vez que “alcanzaron todas sus metas”, pero pocos se dan cuenta que mantenerse en ella es un costo que no previeron lo suficiente. Nuestras decisiones no se mantienen por preceptos, mandatos o dogmas, sino por convicción profunda.
¿Por qué hay quienes emprenden muchas “sueños” y lo abandonan en el primer mes? ¿Por qué nos resulta extraño que algo que parecía tan duradero de pronto de derrumbe por completo? ¿No habíamos imaginado acaso que nuestra felicidad sería completa si pudiéramos lograr nuestros sueños? ¿Cómo es que de repente todo aquello por lo que luchamos nos resulta tan insípido?
Viktor Frankl respondería que se ha perdido el “porqué”, pero el evangelio de Mateo tiene una manera particular responder a estas preguntas.  
Cuenta que “unos magos” se pusieron en camino para ir a adorar al nuevo rey que había nacido. Podemos imaginar la travesía de estos hombres. ¿Fue la estrella lo que los puso en camino? ¿Qué movilizaba en realidad a aquellos hombres?
Podemos entender que Mateo está queriendo decirnos algo muy importante que va más allá del relato de “unos magos” que simplemente se pusieron en camino porque vieron una estrella. El evangelista está haciendo alusión al “sentido” que el cristiano debe asumir para vivir.
Cada uno de nosotros llevamos un “pagano”, un “mago” dentro de nosotros. Hay dimensiones de nuestra vida que aún se resistne a creer que Dios es el único que puede darnos, o devolvernos, o llenar de sentido nuestra vida. No existe nada lo suficientemente fuerte, como para mantener nuestra vida en marcha como lo es la fe en Dios.
En Él, nuestra vida cobra sentido. Es en Él donde el mundo se revela como un lugar para vivir. Sólo desde la experiencia fundante de reconocernos como criaturas ante el Creador es como nuestros complejos, limitaciones y pecados se comprenden y se asumen.
Quien no ha encontrado un “porqué” para vivir difícilmente puede mantenerse en marcha. Ese “porqué”, el sentido para vivir, lo da Dios.
Esto es lo que les sucedió a los magos. Mateo, al final del evangelio, cuenta que luego de adorar al niño y de presentar sus ofrendas “regresaron a su país por otro camino”.
Estos hombres ya no eran lo mismo. Algo había cambiado en ellos. Vuelven a su país por “otro camino”. Es el camino del nuevo sentido de sus vidas que vieron reflejado en ese niño acostado en un pesebre y envuelto en pañales. Ese niño les dio un sentido para vivir. El niño en el pesebre les dio un “porqué” para seguir viviendo.
¿Cuál es tu motivo para vivir? ¿Cuál es el “porqué” que sustenta y mantiene tu vida?
Hay quienes experimentan mucha soledad estado en compañía de otros. Muchas personas se sienten vacías en medio de la abundancia.
Hay persona que creen estar en depresión cuando lo que padecen en realidad es una falta o carencia de sentido en la propia vida. Es el sin sabor de no poder gozar con lo que se tiene porque falta “algo”. Llamamos también baja “autoestima” a lo que en realidad es falta en confianza en Otro. El valor de quienes somos no está dado porque configuremos nuestra vida con los ideales despiadados que nos forjamos, sino por el amor que recibimos. Es el amor de Otro el que nos hace ver lo valioso que somos.  
No podremos decir que hemos alcanzado la felicidad sin antes comprobar que vivimos de acuerdo a nuestras convicciones más profundas. Que no hemos renunciado a ser quienes somos sólo por miedo a perder al aprecio, aplauso o pleitesía de los demás. Vivir conforme a un propósito interior es transitar movidos por el impulso de vida que anida en nosotros.
León Tolstoy dice en su autobiografía "...comprendí que la fe no constituía meramente una evidencia de cosas que no hemos visto y demás afirmaciones por el estilo... que la fe era el conocimiento del sentido de la vida humana, a consecuencia de la cual el hombre no se destruía a sí mismo, sino que, antes bien, vivía. La fe es la fuerza de la vida... Sin fe no podemos vivir".
Pidamos a Dios descubrir el sentido profundo de nuestras vidas. Que podamos conocer el propósito que encierra la propia vida a fin de vivir conforme a ella.



P. Javier  Rojas sj

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