Si rezas a menudo, de día y de noche, veinte, treinta veces, cada vez que el Espíritu te inspira palabras de amor, aunque solo sea durante cinco minutos o un solo minuto, esta oración asidua va obrando un cambio profundo en tu mentalidad, en tu corazón, en tu carácter y en todo tu comportamiento. Seguramente tú mismo no lo percibirás, pero quien está cerca de ti lo descubre sin dificultad. Cuando, en la oración, de manera perseverante giras tu mirada hacia Cristo, su imagen mística e invisible, se imprime secretamente en tu ser interior y recibes de Él las cualidades, es decir, el reflejo de su dulzura y bondad infinitas y la luz de su mirada.
Matta el Meskin, monje copto maestro de oración
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