«Sed por vivir»

«Jesús  dijo a la Samaritana: «Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado agua viva. Ella le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿dónde, vas a conseguir agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo del cual bebió él mismo, y sus hijos, y sus ganados? Jesús le respondió: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed,  pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla. Él le dijo: Ve, llama a tu marido y ven acá. Respondió la mujer y le dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Es verdad lo que dices que no tienes marido, has tenido cinco y el que ahora tienes  tampoco es tu marido. La mujer le dijo: Señor, me parece que tú eres profeta.»

En esta oración pido: « Señor, dame la gracia de conocer el amor que me tienes para que crezca en mi el deseo de perdón y la misericordia» (Puedes elegir esta oración para repetirla todo el día)

Para reflexionar: El diálogo de Jesús con la samaritana, es el prototipo de lo que podríamos llamar una “dirección espiritual”. En esa conversación, ella le va abriendo poco a poco su confianza, y va ganando en claridad y verdad. Y no es que desconociera totalmente su realidad o que estuviera ocultando algo, sino que fu accediendo poco a poco a un nivel de conciencia tal, que luego le permitirá dar un salto hacia adelante. Jesús la confronta tiernamente y la va guiando hacia ese lugar del corazón donde radican los deseos más insondables y donde se llevan a cabo las decisiones más importantes de nuestra vida. La conciencia vital. Sólo el reconocimiento de la sed profunda que tiene le daría la posibilidad de buscar la manera de saciarla.
A simple vista podríamos decir que el problema de la samaritana es su  situación moral. Si para Jesús hubiera sido importante la ley antes que las personas, no estaría  ni siquiera hablando con ella que era una mujer samaritana.  Dialogar muchas veces con aquellos acontecimientos de nuestras vidas que se contradicen o están fuera de la ley “divina” es la condición de posibilidades para re encontrarme con Dios.
A Dios no le estorban tanto nuestras debilidades, cuanto que no las reconozcamos. Porque solo reconociendo la sed de vivir que tengo, él podrá colmarla. Para Dios es más importante salvar a una persona que cuidar el cumplimento de la ley.
Esta experiencia fundante del encuentro con la fidelidad de un Dios que verdaderamente ha venido por el pecador, el enfermo, y el necesitado de perdón hace que me cuestione mi amor hacia Él… Él me dará agua viva, si yo reconozco la sed que tengo. «El que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás».
De la opción preferencial de Dios por mi mayor pobreza (mis miserias, mis pecados, mis egoísmos) nace mi verdadera opción preferencial por los pobres (por el ser humano en todas sus pobrezas).  Quizás ahora podamos comprender verdaderamente la sed que tenía esta mujer. No solamente de sentirse perdonada, sino también de perdonar a los demás. La misericordia se convierte en misión. “La misericordia se manifiesta en su aspecto verdadero y propio cuando revalida, promueve y extrae el bien de todas las formas de mal existentes en el mundo y en el hombre. Así entendida, constituye el contenido fundamental del mensaje de cristo y la fuerza constitutiva de su misión”  (Juan Pablo II, Rico en misericordia, n. 6)
El reconocimiento del error y la reconciliación con la propia realidad, hace que encontremos otros de los secretos que guarda la vida. El reconocer mis faltas y pedir perdón (natural, inconsciente, por ignorancia, voluntario) me permite no andar por la vida con la aflicción de justificarme por temor a ser descubierto.
P. Javier Rojas sj

Preguntas que nos ayudan a meditar:
1.¿Qué cosas necesitas transparentar con Dios? ¿Cuáles son las heridas que aún no presentaste a Dios para que las cure?
2.¿Eres consciente de tu pecado? ¿Has caído en la cuenta de la palabras, gestos y acciones con la que dañas a los demás?

Comentarios