Dejadme que os lo diga: me gusta ser cristiano, me encuentro muy feliz de serlo. También muy avergonzado de serlo tan mediocremente.
Pero mi mediocridad —por grande que sea— es siempre
muchísimo más pequeña que la misericordia y la alegría de
Dios. Sí, es cierto, todas nuestras estupideces, todos nuestros dolores empañan tan poco a Dios como las manchas al sol. Él está ahí, brillante, luminoso, seguro, feliz, encima de nosotros. A su luz es siempre primavera.

"Razones para el amor". José Luis Martín Descalzo

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