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"Tres pasos para la conversión"

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Cada Navidad es una instancia para renovar y reafirmar nuestro propio nacimiento. En la vida nueva que trae el Espíritu, nosotros jugamos un rol distinto de la vida que recibimos de la carne. Esta instancia de renacer en nuestra vida que ofrece Jesús en cada Noche Buena puede ser aceptada o rechazada. Frente al ofrecimiento de Jesús de transformar nuestra propia existencia en acción de gracias, podemos estar totalmente indiferentes. Por ello el Adviento se convierte en el tiempo propicio para reflexionar y ahondar en nuestra propia vida y así poder tomar conciencia de esos espacios del alma que necesitan renacer. En ocasiones, nuestro propio corazón se convierte en un espacio oscuro y desértico. El dolor y la soledad, el egoísmo y la hipocresía, la avaricia y la indiferencia terminan arrancando del corazón la luz de la esperanza y de la fe, convirtiéndolo en un espacio frío e infecundo. Marcos se refiere a Juan el Bautista, como la «voz que clama en el desierto» y dice «prep...
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El P. Arrupe, a quien le preguntaban qué significaba para él Jesucristo respondía:  «Todo. Para mí Jesucristo es todo... Fue mi ideal desde mi entrada a la Compañía, fue y sigue siendo mi camino, y ha sido siempre mi fuerza. Quiten a Cristo de mi vida y TODO se desplomará, como un cuerpo al que se le quita el esqueleto, el corazón y la cabeza»
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"La Luz miró hacia abajo, y vio las tinieblas. Allí quiero ir, dijo la Luz. La paz miró hacia abajo, y vio la guerra. Allí quiero ir, dijo la Paz. El Amor miró hacia abajo, y vio el odio. Allí quiero ir, dijo el Amor. Así apareció la Luz, y resplandeció. Así apareció la Paz y ofreció reposo. Así apareció el Amor y trajo la Vida. Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros." (L. Hosman)
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María, Virgen del Adviento, esperanza nuestra, de Jesús la aurora, del cielo la puerta. Madre de los hombres, de la mar estrella, llévanos a Cristo, danos sus promesas. Eres, Virgen Madre, la de gracia llena, del Señor la esclava, del mundo la reina. Alza nuestros ojos hacia tu belleza, guía nuestros pasos a la vida eterna.
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Si quieres descender desde la cabeza, tendrás que pasar por el corazón... Ese es el cruce de caminos. No puedes ir directamente hasta el centro de tu ser, no hay ningún camino: tendrás que atravesar el corazón.
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Te pedimos la paz que nos es tan necesaria como el agua y el fuego la tierra y el aire La paz que es perdón que nos libera de la rabia y la ira, de la envidia y la sangre La paz que es amnistía de presos y exiliados que desean un hogar más digno y estable. La paz que es libertad, la vida siempre abierta en la casa y en la fábrica, en la plaza y la calle. La paz que es el pan amasado cada día que se rompe en la mesa con júbilo y con hambre. La paz que es la flor de tu reino que esperamos y que hacemos más bello y cercano cada tarde. Te pedimos la paz y a nosotros nos pedimos porque somos hermanos y Tú eres nuestro Padre. Víctor Manuel Arbeloa