La resurrección de Jesús fue un acontecimiento oculto. Jesús no resucitó de la tumba para desconcertar a sus adversarios ni para proclamar su victoria o demostrar a quienes lo crucificaron que, después de todo, tenía razón. Jesús resucitó como una señal, para quienes lo amaban y seguían, de que el amor de Dios es más fuerte que la muerte. A las mujeres y a los hombres que se habían comprometido con Él les reveló que su misión había llegado a su término. A quienes compartían su ministerio, les asignó la sagrada tarea de invitar a la gente a una nueva vida con Él.
El mundo no tuvo noticia de ello. Sólo aquellos que Él trataba familiarmente, con quienes había partido el pan y a quienes dijo palabras de paz, fueron conscientes de lo sucedido. Y a pesar de todo, fue un acontecimiento oculto el que liberó a la Humanidad de la condena de la muerte.
HENRI NOUWEN.

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