No teman la empresa grande, mirando sus fuerzas pequeñas, pues toda nuestra suficiencia ha de venir del que para esta obra nos llama y nos ha de dar lo que para su servicio nos es necesario... Baste a nosotros hacer según nuestra fragilidad lo que podamos y el resto queramos dejarlo a la Divina Providencia, a quien toca, y cuyo curso no entienden los hombres y por eso a veces se afligen de aquello de que debieran alegrarse.
Ignacio de Loyola

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